Esto no es un desorden de conducta...


Esto no es un desorden de conducta,
es nuestra madrugada.
La luna en la que hundiste tus manos
para sacarme de mí mismo y encender
-con tu risa- mis más oscuros pensamientos.

Estos no son los días, son tus lunares.
El calendario de cada una de tus manías
que aprendí para poder tenerte cerca
y darte algo tan significativo como una flor.
Valioso como el aroma nocturno de tus cabellos.

Estas son más que palabras, son sentimientos.
El despertar de un nuevo significado
que en tus labios nació como el invierno 
en el que me propusiste arriesgarnos.
Envolvernos los ojos con la diáfana bufanda del azar.

¡Ven, vamos a equivocarnos!, dijiste
mientras me rendía profundamente en tu piel,
sin miedo a caer, dispuesto a descubrir el enigma
que yace detrás del mar de tus pupilas.

Pero esto no es el mar; es un momento líquido.
El idiota que se olvida de todo y piensa en ti.
Que piensa en ti y guarda celosamente tus instantes.
Que guarda celosamente tus instantes y te extraña.
Que te extraña... bajo cualquier pretexto... siempre.

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