Verdad, las constelaciones, las plantas y el trigo siempre tendrán ese tiempo...


Verdad,
las constelaciones,
las plantas y el trigo
siempre tendrán ese tiempo
en el que me quisiste,
en el que te quise,
en el que nos herimos. 

Ya no podré verte jugar,
es cierto,
ya no podré besar el sol
que baila en tus hombros,
y tus manos que crecían
como las sandías de septiembre
bajo mis cabellos,
se perderán una vez más
en las malas servidumbres del ayer.

Déjame enseñarte el ahora,
el té se enfría con los abrazos
y yo te abrazo en mi mente
cuando tengo la sensación
de que me estás pensando
también allá a lo lejos,
antes de que la espada
que marca el otoño haga su corte
y te aleje de mí otra vez.

No es muy difícil,
por eso las matemáticas no entenderían,
nuestros amigos también mueren
pero viven en las flores.
¿Ya te has dado cuenta que no mentí
cuando afirmé que todo lo tuyo era eterno?

¡Niña de los árboles, extraño oírte reír!

Llueve y es tarde,
los ratones se acurrucan
en las cajas de zapatos
y sueñan con las estrellas.
Yo he vuelto a escribirle
a las sombras mudas de la luna,
no hay nada más que decir,
ya no me quedan más por qués.

Velo de esta forma:
"Debajo de la estación de Shibuya
niños tristes se plantean enigmas
que nunca tendrán que ver con tu pelo".

Dejemos que eso lo explique todo. 

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